La terapia familiar se encarga de la gestión y resolución de conflictos derivados de la convivencia familiar. Entre los ejemplos más comunes de intervención encontramos conflictos con los hijos o divorcios. El objetivo es llegar a acuerdos voluntarios (lo que facilitará su posterior cumplimiento) y adecuados a los intereses personales en los que todas las partes se encuentren a gusto, siempre desde el diálogo y el respeto. El papel del terapeuta es actuar como un mediador completamente neutral.